24 septiembre 2010

DECISIONES ESTÚPIDAS DE COSTOS


Acabo de leer un excelente artículo en la Sección Pymes del Cronista.com y quiero compartirlo con ustedes.

"Muchas son las trampas a las que nos enfrenta nuestra mente al momento de tomar una decisión. Muchos son los sesgos que desvían nuestro razonamiento, llevándonos a tomar decisiones con poca claridad y obteniendo, en ocasiones, resultados estrepitosos. Sin embargo, uno de estos sesgos, es tal vez el que tiene mayor impacto sobre los resultados de nuestras decisiones y, con frecuencia, es el responsable de que nuestras decisiones fallen por completo: el sesgo del costo hundido.

Es sabido que los costos del pasado no deberían ser tomados en cuenta para nuestras decisiones futuras. Sin embargo, pareciera que no es del todo sencillo evitar caer en algún tipo de sesgo de razonamiento, en este aspecto.

Parecería que, por más que sepamos que los costos incurridos en el pasado no deberían ser considerados en nuestras decisiones, éstos igual nos condicionan de alguna manera poco racional, alterando y modificando nuestras preferencias al momento de decidir. Si no, ¿por qué motivo nos quedamos despiertos viendo hasta el final una película que sabemos aburrida? ¿Por qué, si algo nos costó más dinero o más esfuerzo, lo cuidamos o valoramos más? "Con lo que me costó, mejor que lo disfrute", podría pensar alguien.

A menudo se observa que las personas caen en el sesgo del costo hundido, adoptando comportamientos que terminan por generar mayores pérdidas por no reconocer un costo realizado previamente. Los costos de decisiones pasadas, si no están reconocidos como tales, podrían alterar drásticamente nuestras preferencias sobre una decisión a tomar. Desde ya, la práctica en la detección de este tipo de sesgos mentales prepara a ciertos decisores a tomar una decisión personal y de negocios de una manera más clara y no contaminada con información no relevante. 

Los costos futuros comprometidos también son hundidos

Es tal vez más claro asociar los costos hundidos a costos pasados irrecuperables. Sin embargo, aquellos costos que aún no han sido realizados pero que ya están comprometidos de manera irrevocable, también deben considerarse como costos hundidos; y, por ende, no deberían ser tenidos en cuenta para la toma de decisiones.

Un alquiler a pagar, cuyo contrato no cuente con cláusula de rescisión, o el costo de mano de obra, si la empresa no tiene en mente reducir el personal, también son claramente costos hundidos y no deben ser considerados al momento de decidir. En este último caso, la caracterización de la mano de obra como costo variable podría llevarnos a confusiones, pero esta caracterización nada tiene que ver con la toma de decisiones. El costo hundido se define entonces como un costo irrecuperable que no varía entre las alternativas de una decisión, ya sea este costo incurrido o irrevocablemente comprometido.

Los malos resultados de nuestras decisiones pasadas no deberían perjudicar a nuestras decisiones futuras. Si invertimos el tiempo o el dinero de una manera que no resultó como esperábamos, no por ello castiguemos nuestra próxima decisión. El buen decisor deberá reconocer las pérdidas de decisiones pasadas lo antes posible e intentar liberar su mente de la carga que podrían ocasionarle. Lamentarse a tiempo de una mala decisión, reconocer una pérdida o declarar una obsolescencia lo antes posible, son prácticas saludables para un decisor que intenta evitar caer en un costo hundido. 

Reconocer un costo hundido puede resultar difícil. No dejarse caer en sus efectos puede serlo mucho más. Estar atentos a sus consecuencias y cuestionarnos, en cada ocasión, si la evaluación de las alternativas está limpia de este tipo de sesgos, puede ser el primer paso hacia una decisión con claridad. Si alguna vez se escucha a sí mismo diciendo: "con lo que me costó mejor que lo disfrute", "después de tanto esfuerzo, ahora terminémoslo" o alguna frase similar, sea consciente de que está cayendo hasta el fondo en el sesgo del costo hundido".

Gastón Francese, director de Tandem y profesor de Teoría de la Decisión, Facultad de Economía de la UBA.

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