Lo que está ocurriendo con el mercado de monedas extranjeras y la
reacción del gobierno es lo que cabía esperar cuando en una economía se
ha seguido una estrategia de inflación reprimida, basada en
congelamientos, controles de precios y restricciones al comercio
exterior, y la gente comienza a advertir que son insostenibles.
Lo
natural es que la población se asuste y salga a comprar dólares, como lo
hizo tantas veces en el pasado ante situaciones no muy diferentes. Más
aún cuando está muy desorientada por la contradicción entre el discurso
del dólar alto que ha venido haciendo el gobierno y las intervenciones
del Banco Central para que el precio del dólar baje.
Por el momento, quienes argumentan que es imposible que se produzca
una demanda desesperada de dólares por parte de la gente que el Banco
Central no pueda llegar a satisfacer muestran como prueba de sus
afirmaciones el alto nivel de reservas que el Banco Central aún
conserva. Pero esto es una ilusión, por no decir una alucinación.
Si descontamos de las reservas, los dólares que el gobierno probablemente tendrá que usar para evitar caer otra vez en una moratoria de la deuda externa en los próximos meses, más los dólares que tienen como contrapartida a las letras emitidas por el Banco Central, que sólo serán renovadas por sus tenedores si les pagan una tasa de interés cada vez más alta y gravosa para las cuentas fiscales, los dólares que le quedan al Banco Central para enfrentar una corrida en contra del peso son insignificantes.
Por eso, y porque me parece que el gobierno no permitirá que se
desboque la inflación, como lo haría si el precio del dólar se escapara,
pero tampoco podrá continuar con la política de los últimos meses de
vender reservas, ni permitirá que las tasas de interés que debe pagar
para renovar las letras que emitió para respaldar las reservas se torne
extremadamente alta, sólo le quedará acentuar los controles de cambio.
Es decir, restringir fuertemente la venta de dólares para usos que no
considere prioritarios.
Esta conducta del gobierno es la que debe esperarse cuando se ha
llevado a la economía a una situación de inflación reprimida. Y esto
deberían saberlo los autores del Plan Fénix, pero pareciera que nunca
reflexionaron suficientemente sobre la experiencia inflacionaria de
cuarenta y cinco años, y particularmente sobre la experiencia de la
década del 80, en la que varios de ellos fueron hacedores de política
económica.
Por supuesto que si se acentúan los controles de cambio aparecerá un
mercado paralelo para el dólar, en el que operarán quienes no consigan
comprar las divisas del Banco Central. Puede suceder, incluso, que para
evitar que este mercado sea negro o ilegal autoricen un mercado libre,
pero me sorprendería teniendo en cuenta la mentalidad antiliberal que
predomina en el gobierno.
En cualquier caso, aparecerá una brecha entre el mercado oficial y
el mercado libre o paralelo, que no tendrá un efecto muy diferente al de
las retenciones. Sólo que no será una brecha diferencial ni generará
recursos fiscales para el gobierno. Cabe preguntarse por qué, en lugar
de seguir esta estrategia, el gobierno no incrementa lisa y llanamente
las retenciones luego de dejar que el dólar aumente un poco. Esto es lo
que tenía en mente hacer hasta que el campo le dijo basta.
No creo que estén en condiciones políticas de hacer un nuevo
intento, que además también sería resistido por la industria, porque es
inimaginable que si vuelven a devaluar, controladamente, les permitan a
los exportadores industriales y a quienes compiten con importaciones
aumentar los precios en la misma proporción que aumente el dólar. Ante
la necesidad de conseguir recursos fiscales, la decisión lógica del
gobierno debería ser aumentar también las retenciones a las
exportaciones industriales e imponer controles de precios a los bienes
que compiten con importaciones. Nada de esto van a poder hacer, al menos
no sin transformar la sucesión de conflictos sectoriales en infernal.
Si, como es altamente probable, cuando la gente decida comprar
desesperadamente dólares, se crea de hecho un mercado paralelo, las
reservas del Banco Central comenzarán a disminuir por operaciones de
sobrefacturación de importaciones y de subfacturación de exportaciones
que fueron habituales en los períodos de multiplicidad de mercados
cambiarios originados en los controles de cambio. Cuando las reservas
tengan un nivel mínimo estaremos a punto de pasar del período de
estanflación, que es precisamente el período caracterizado por la
existencia del mercado paralelo del dólar, a un período de
hiperinflación.
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